miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PERFECCIÓN EN UN PAR DE BANDERILLAS.

 OPINION


POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.


    Rodolfo Gaona se encontraba, para el año de 1911 en plan ascendente, incontenible. Era ya una figura consagrada, en potencia absoluta. Si magistral podía estar con la capa, se superaba en el tercio de banderillas, hasta escalar en el tercero de la lidia y culminar diversas faenas con la espada, que lo convirtieron en eje de la tauromaquia, en su época… e incluso en la nuestra, en donde sigue siendo paradigma, modelo y torero para toreros.
   La imagen escogida para ilustrar el presente material, corresponde al trabajo del excelente fotógrafo Eduardo Melhado quien, como muchos, ocupaba aquellas curiosas canastillas que fueron colocándose con los años en el “Toreo” de la colonia Condesa, y desde donde estos señores, poseedores de un auténtico “ojo clínico” realizaban auténticos, verdaderos portentos de la imagen, tomando en cuenta que para la época, cargaban con un equipo primitivo, de gran formato, y con un conjunto de placas en vidrio, material vulnerable de suyo, con lo cual tenían suficiente pero limitada condición para lograr instantáneas que luego se tornaron todo un ejemplo de hacer fotografía.

 Rodolfo Gaona banderillando de poder a poder al segundo toro de Piedras Negras, la tarde del 10 de diciembre de 1911. La fotografía es de Eduardo Melhado.

    La imagen posee tal equilibrio que por sí misma, y en una muy particular opinión, me parece de las más bellas, por la perfección lograda en el momento en que el “Califa de León” llega al encuentro y consuma esta maravillosa suerte. Las piernas, los brazos en esa curvatura y extensión conjunta consiguen, por un momento, que la figura del leonés esté suspendida en el aire. Apenas nada. Y luego, la forma en cómo embiste el piedrenegrino, le confiere el resto de aquel movimiento, pues en brava acometida, se lanza sobre el diestro quien levantando los brazos, ha colocado en las mismas péndolas el par de garapullos, que corresponden a un zarzo de lujo con los que quedó adornado en forma excepcional el ejemplar tlaxcalteca.
 
   Soberbia la ejecución de Gaona, magistral la forma en que Melhado consigue, a través de la mirilla de su cámara, perpetuar tan emotivo instante.
He aquí al excelente fotógrafo Eduardo Melhado.
 
    Todo es tan perfecto aquí, como el mismísimo soneto que Lope Félix de Vega Carpio escribió para explicar la forma en que dicha creación, constituida por 14 versos se convierte en exquisita virtud:

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
 
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
 
Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
 
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.
 
    Han transcurrido poco más de 100 años en que esa imagen comenzó a circular por entre las publicaciones de la época, causando el asombro que alimentaba desde su propio imperio el “Indio grande”: Rodolfo Gaona. Si la capacidad de asombro cabe en el impacto que produce una imagen fotográfica, como la que ahora es motivo de reflexiones, puedo decirles que admirarla una vez más, y ahora en posibilidad de interpretarla, adquiere ese sentido en donde el arte nos vuelve a dar la mano.

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